‘LA MUJER QUE TRANSFORMÓ SU CEREBRO’
Los trastornos de aprendizaje siempre se han considerado una patología para toda la vida. Con un lenguaje claro y coherente, ‘La mujer que transformó su cerebro’ rebate esta afirmación, demostrando mediante una serie de anécdotas, que cualquier persona con dificultades de aprendizaje puede cambiar drásticamente.
Arrowsmith-Young es un claro ejemplo de ello. Fundó la Escuela Arrowsmith de Toronto en 1980, y posteriormente el Programa Arrowsmith de formación de profesores para la implementación de esta efectiva metodología en escuelas de toda América del Norte, y ahora en cerca de 100 lugares distintos del mundo.
Nuestro cerebro nos moldea y este libro ofrece pruebas claras y esperanzadoras de sus consecuencias: podemos transformarlo. No obstante, el problema se encuentra en que durante 400 años se ha enseñado a los médicos que el este órgano era como una máquina compuesta por muchas y diferentes piezas. Una adaptación electrónica de esta metáfora podría considerar al cerebro como un ordenador que está ‘programado’, con sus circuitos desarrollados completamente en la infancia.
La mayor parte de los médicos formados en la segunda mitad del siglo XX han asimilado una versión de este modelo. Y algunos todavía lo siguen haciendo en la actualidad. Los trastornos de aprendizaje siguen pasando desapercibidos, son subestimados y, con frecuencia, mal diagnosticados.
Por ello, esta concepción del cerebro como máquina programada ha tenido consecuencias devastadoras en niños y adultos con trastornos del aprendizaje. Dio lugar a una visión fatalista de su enfermedad, consistente en que estaban necesariamente condenados a vivir con su discapacidad.
Así, hace unos 40 años se llevaron a cabo unos experimentos en Neurociencia que estaban orientados a derrocar ese modelo de cerebro inmutable. Demostraban que el cerebro es neuroplástico (mutable), y que la experiencia y el ejercicio mental pueden alterar su propia estructura, su fisiología.
Cuando se abordan problemas de procesamiento cerebral, el problema radica en los detalles. Uno debe tener conocimiento profundo del ritmo al que el cerebro cambia, cómo dosificar los ejercicios y cuál es la función cerebral del destino. Esto último es importante porque un simple problema, por ejemplo de lectura, puede ser causado por una disfunción de varias áreas cerebrales, siendo necesario un fallo en sólo una de ellas, para que una persona experimente esas dificultades.
Bárbara Arrowsmith-Young comenzó a aplicar principios neuroplásticos primero en ella misma, y luego a sus estudiantes, justo después de los primeros experimentos que se realizaron hace 40 años en la materia. Creó una pequeña escuela en Toronto en 1980, tras su propia y exitosa experiencia al aplicar principios neuroplásticos a los problemas de aprendizaje que ella misma padecía.
Nació cargada de una serie de trastornos extremadamente graves, que incluían una incapacidad severa de entender la lógica, las relaciones causa-efecto, o los sucesos en tiempo real. A los 6 años le fue diagnosticado ‘bloqueo mental’, que en la actualidad identificarían como ‘discapacidad múltiple del aprendizaje’. Leía y escribía todo al revés. Entendía el lenguaje sólo tras un gran esfuerzo y se perdía constantemente. No era capaz de seguir una conversación, ni de entender la hora, o de interpretar un chiste.
También presentaba disfunciones físicas. No encajaba en el espacio su parte izquierda del cuerpo, lo que la llevaba a hacerse daño con frecuencia, a chocarse contra las cosas, a ser bastante torpe y a tener accidentes con frecuencia. Sus profesores confesaron a sus padres que nunca sería capaz de aprender como el resto de los niños.
A sus 26 años, apoyándose en su excelente memoria, consiguió abrirse camino académico en la escuela de postgrado. Allí conoció el trabajo de investigación del científico y neuropsicólogo ruso Aleksandr Luria, quien estudió sobre las lesiones traumáticas y el daño cerebral. Fue quien principalmente le inspiraría a la hora de dar un vuelco a su vida.
Además, en varios de los experimentos de la época también se demostró la plasticidad en los cerebros de aquellos animales a los que se les había sometido a ejercicios cognitivos. Fue entonces cuando Barbara comenzó a desarrollar sus propios ejercicios mentales.
Ella fue capaz, a pesar de sus problemas de aprendizaje, de insistir, de leer múltiples veces artículos difíciles hasta disipar su confusión e incapacidad, y de llegar a comprenderlos. Además, pudo aplicar lo aprendido para elaborar ejercicios mentales efectivos y disipar esa ‘niebla mental’ de una vez por todas.